El Heraldo

Un punto de partida

El de hoy es un homenaje a los muertos de unos años de guerra que por fin terminan. Y es un mensaje de esperanza para los que vendrán.

Según las cuentas del Centro de Memoria Histórica, entre 1981 y 2012, en 16.346 acciones criminales hubo 23.161 muertos, además de miles de secuestros. Con ser muchos, las cifras se quedan cortas como bien lo saben los familiares de los muertos sin nombre ni registro en las estadísticas oficiales.

Para esas familias y las de muertos conocidos y registrados, este es un día de homenaje y reparación. Esta paz que llega con un retraso de más de 50 años, les habría garantizado la vida a las víctimas de la guerra.

También es un día para recordar a los desaparecidos, a los secuestrados, a los desplazados, a los amenazados, a los que perdieron sus hogares y sus tierras. Es un día para comprender que nos demoramos medio siglo para entender que esta y cualquiera otra guerra es una derrota, y que toda apelación a la fuerza es una indignidad y un subdesarrollo humano, mientras toda solución razonable e inteligente, como la de hoy, hace crecer a la humanidad.

Por eso hay que gritarle al mundo y al país que lo de hoy merece una celebración en todo superior a la que merecen un partido de futbol, o el oro de las olimpíadas o el laurel de un premio Nobel.

Lo de hoy es un triunfo de la sensatez y del sentido común; en efecto, es mejor que la vida del país sea conducida por las razones y no por los fusiles; son mejores las soluciones reales aunque imperfectas, que las respuestas teóricas aunque perfectas.

Lo de hoy es un triunfo de la vida sobre la muerte, con las fórmulas que pueden dar la política y los políticos.

Lo de hoy remueve obstáculos y provee impulsos para obtener la victoria de la reconciliación sobre el odio. Esta es la tarea que convierte este día no en una meta de llegada sino en un punto de partida. Los políticos hicieron lo que podían hacer y de ellos no puede esperarse más. Lo que aún hace falta es responsabilidad de cada ciudadano que, entre otras tareas, debe cooperar en la reconstrucción  de esa alma común que las campañas del Sí y del No dejaron agrietada. Es de paradoja el hecho de que el propósito común de la paz resultó dividiendo y reacondicionando las trincheras enfrentadas. Pero son mecanismos de la política que contaminan propósitos tan limpios y claros como el de la paz.

Ese propósito, que a los políticos les queda grande, es el que queda en manos de los ciudadanos de a pie a partir de hoy.

Este puede ser el día en que Colombia estrene alma por obra y gracia de la voluntad de cada ciudadano de darse un alma nueva, si de entrada cada uno hace su propio inventario de odios, para eliminarlos uno tras otro; si cada uno se hace un alma ancha en la que quepan los otros con sus diferencias; si todos, por igual, descartan de su mente los absolutos que excluyen a los diferentes y cierran el corazón y la mente a lo diverso; y si en vez de ese mundo cerrado, se abren puertas y ventanas del alma a los otros, a su presencia, a sus ideas y modos de vivir. Si se hace así, el de hoy será un día de renacimiento.

En eso consiste la paz que hoy celebramos.

Jrestrep1@gmail.com
@JaDaRestrepo

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