El encuentro de Merkel, Hollande y Renzi, los tres ases de la baraja europea,  reuniéndose de cara a la Cumbre de Bratislava el próximo 16 de septiembre, en una isla desconocida para el común de los comunes mortales, parecería un acto estrafalario y exhibicionista de mandamases pretenciosos, pero, cuando nos enteramos que la isla de Ventotene es la cuna de la idea de la Europa actual, donde nació hace setenta y cinco años, con el Manifiesto por una Europa Libre y Unida, que daría lugar a la Europa que es hoy, esa foto, se convierte en símbolo de toda una manifestación de principios: La imagen de la Europa que nacía para ser esfera de la paz, la estabilidad y la reconciliación. La vibrante energía de unos hombres idealistas, creyentes en una democracia auténtica que permitiera la coexistencia pacífica de pueblos y opiniones divergentes. Esa Europa, que algunos pensaban que con el Brexit se acabaría. Pero, la Europa de las tecnologías ecológicas, el respeto al medio ambiente, y su convincente sentido de cooperación, se sigue manteniendo en un crecimiento y bienestar que ya los británicos empiezan a echar de menos, arrepentidos de esa salida, que los observadores achacan a la manipulación de políticos inescrupulosos que juegan por sus intereses con los votantes más ignorantes. Y hacen dudar de la eficacia de los referéndums.

Recuerdo a un columnista de El Correo, periódico vasco, que se planteaba con humor la imposibilidad de una vuelta británica a la U.E. porque: “antes de sentarnos a tomar el té, les exigiríamos cambiar la libra por el euro, conducir por la derecha, e integrarse en el sistema métrico decimal”. ¿Se imaginan a los flemáticos ingleses cumpliendo estos requisitos?